Sanare es un municipio eminentemente rural, constituido por numerosos núcleos poblacionales dispersos entre sí, insertos en un medio ambiente espectacular para el ojo humano pero complicadísimo a la hora de gestionar cuestiones como la educación, la atención sanitaria, el desarrollo agrícola,… Atender a su población resulta una especie de milagro cotidiano que nos explica Alfredo Orozco, su alcalde, hijo de canario y miembro del P.S.U.V. El despliegue de datos y cifras, planes puestos en marcha y proyectos para el futuro, se explica, desde mi punto de vista, en base a dos conceptos clave que paso a contarles. El primero es “la siembra petrolera” y es fundamental para comprender que esta revolución se apoya eminentemente en la reapropiación y la redistribución de las rentas generadas por el petróleo. El dinero que antes una meritocracia corrupta y fratricida se llevaba al extranjero –un Estado dentro de un Estado, se la llamó, no sin razón- riega ahora el país promoviendo un desarrollo sin precedentes. Uno recorre Venezuela y no puede contar el número de obras públicas que financia directamente P.D.V.S.A., la petrolera estatal. En el periodo que va desde 2001 a 2007, la empresa invirtió 29.200 millones de dólares en programas sociales y productivos que adelanta el Gobierno nacional. ¡Cuánto no robarían antes! El ya desaparecido intelectual venezolano, Uslar Pietri lo expresó así, “hay que sembrar el petróleo de Venezuela en Venezuela”. Y eso es lo que se hace ahora.
El segundo elemento clave, a mi juicio, se trata de la transferencia de poder a las comunidades y sus órganos de participación y representación, los Consejos Comunales. Tanto en el plano objetivo como en el subjetivo, el cambio es sustancial. Objetivamente, son ahora los propios ciudadanos quienes proponen, participan y hasta ejecutan planes de desarrollo para sus comunidades que van desde la política de vivienda hasta la constitución de Bancos Comunales. Subjetivamente, es cierto que se va alterando la conciencia de toda una sociedad en el viaje de un sistema donde ésta era simplemente representada –mal representada, diría yo- hacia un sistema donde ésta es protagónica. En la más mínima conversación aflora ese sentimiento entre los interlocutores, cuando no te dejan directamente con la palabra en la boca porque se tienen que ir a una asamblea del Consejo Comunal. Fundamental se vuelve el papel de la Contraloría Social, lo que aquí llamaríamos “auditorías”, según el cual todos los ciudadanos y no sólo las instituciones velan por el buen uso de los fondos públicos. Tiempo habrá en sucesivas crónicas de profundizar en estas cuestiones, pero por ahora les cuento que sin querer dar una imagen idealizada de todo esto, sí creo que los avances son innegables y que los límites son ampliamente superados por aquéllos.
Y hablando de avances, nos tocó visitar una de las obras de ingeniería estrella en el Estado Lara y en todo el país: el Proyecto Yacambú-Quíbor, un trasvase entre cuencas de 24´3 kms. de largo y que servirá para transferir agua desde el Parque Nacional de Yacambú hasta el valle agrícola de Quibor, donde una buena parte de los agricultores y ganaderos son, por cierto, canarios. Los niveles de desarrollo que se espera conseguir son espectaculares, veremos si se cumplen: pasar de 4.000 empleos directos a 32.000, sólo en el sector agrícola, por ejemplo. En un documental que nos pasan descubro a nuestros agricultores, o sus agricultores, no sé, regando a manta, probando así que la herencia canaria en aquel país no siempre es positiva y explicando de paso la sobreexplotación del acuífero de Quibor. En fin. Se nota a los ingenieros ilusionados con esta obra que antes de la llegada de Chávez al poder estuvo años detenida por falta de inversión pública y ahora está próxima a ser concluida.
Sin embargo, los que rebosan ilusión y sobre todo empuje y ganas, son los cafetaleros que conocemos en la tarde. Son protagonistas de un proceso de organización de los cultivadores del café, hartos de que intermediarios y redes de todo tipo les sacaran el sudor y la sangre mientras ellos vivían en la miseria. Ahora, han puesto en pie sus propias cooperativas y generado una cultura de la asociación y la participación sin precedentes entre gentes acostumbradas a soportar palos de todos. Llevaban años presos de un sistema en el que quien compraba el café, ponía el precio del mismo, se lo llevaba para Colombia, blanqueaba dinero del narcotráfico y lo exportaba a Venezuela a cuatro veces su precio. Se les acabó la fiesta. Son críticos con la administración, creen que ésta no siempre los ayuda suficientemente y que la burocracia dificulta cuestiones que serían simples de resolver por ellos mismos, puesto que son ellos los que mejor conocen su realidad antes que ningún “burócrata de Caracas” (sic). Sin embargo, apoyan claramente el proceso bolivariano, así lo expresan y así se los cuento yo. Lo que no puedo contarles ahora es el entusiasmo de su líder, Federico, ni el papel que me cuentan que juegan las mujeres ni el papel que yo descubro que juega la religión en todo esto. Quedará para futuras entregas. A la noche, colgamos en la casa de Palo Verde dos banderas anudadas: la venezolana con ocho estrellas blancas y la canaria con siete estrellas verdes. Al día siguiente, rumbo a Barquisimeto.