Desde el avión oteo una pequeñísima isla que obviamente desconozco. No aparece en ningún mapa de los que suele haber al final de las revistas a bordo y no puedo evitar acordarme del cuento de Pepe Monagas del “Viaje a Venezuela”. Todavía no he desembarcado tras el vuelo de nueve horas desde París a Caracas y ya me están poniendo a Chávez a caer de un burro. La encargada es una joven que anda por el pasillo justo delante de mí. Tras contarnos en voz alta que ella estudia en Estados Unidos nos confiesa que Chávez sólo “dice groserías y se pone a cantar”. Después de una reflexión tan sesuda, me saluda una foto del Comandante en el vestíbulo del Aeropuerto. El tamaño es gigante, como corresponde a la empresa que celebra, el lanzamiento del satélite Simón Bolívar. Mucho más pequeño, otro cartel me devuelve a cuestiones más pedestres y me recuerda que entro en “territorio Movistar”. Ya en Caracas, vamos con Adriana a la Universidad Bolivariana, donde el grupo Urimare nos cuenta su trabajo con jóvenes en barrios, con el objetivo de que al final del proceso haya un resultado artístico que mostrar y compartir. Nos cuentan que andan pensando cómo soltar amarras de las instituciones y sus imposiciones. Pienso en Canarias y me da envidia cuando me acuerdo de cuántas organizaciones iniciaron justo el camino contrario.
Me quedo en la Calle 13, al pie de uno de los cerros de Caracas. Son barrios de autoconstrucción, muy humildes pero muy dignos, que acogieron el fuerte éxodo rural que sufrió la capital venezolana a raíz de la crisis del petróleo del 73. Fueron protagonistas del Caracazo del 89 y también de la protesta popular para liberar al Presidente Chávez durante el Golpe de Estado de Abril de 2002. Son un hervidero de gente, guaguas, puestos de comida,… Si uno abandona prejuicios importados, se siente perfectamente seguro, acogido,… Cuando al día siguiente, subiendo al Cerro El Ávila, una señora bien enjoyada dice en voz alta “¡Qué bella es Caracas sin los cerros!” me acuerdo de la gente que vive en ellos. Por esas cosas del destino debo acompañar a una compañera al C.D.I. (Centro de Diagnóstico Integral) del barrio. Donde antes no había nada, ahora los ciudadanos reciben una atención primaria de calidad, en su propio vecindario, medicinas asequibles o directamente gratuitas,… Todo esto es la Misión Barrio Adentro I (ahora en expansión en sus fases II y III). Los médicos cubanos que atienden en los C.D.I. y S.R.I. (Sala de Rehabilitación Integral) son llamados “invasores” por la oposición. No es sino otra de las distorsiones tan evidentes que me esperan en mi periplo venezolano. Visito la casa de Bolívar. En su interior proyectan un vídeo: “Españoles y canarios: contad con la muerte, aún siendo indiferentes, si no obráis activamente en obsequio de la libertad de América”. Se trata de su famosísimo Decreto de Guerra a Muerte. Por la calle me encuentro las sucursales del Banco Canarias, una utopía perfectamente imposible en las islas. Como diría Chávez, “por ahora”.