Lean el titular de La Provincia, “Canarias cuenta con 1.336 parados menos”. El mismo día, el rotativo tinerfeño El Día publicaba “El paro sube en Tenerife en junio en 80 personas”. Existe en Tenerife una conciencia insularista que no tiene parangón en ninguna otra isla, a mi juicio. Hunde sus raíces en el “despojo” de la División Provincial. Pareciera que el país sólo está en calma si Tenerife predomina. Si una isla como “la tercera” coge ventaja, se constituye en el motor económico de las islas, en su capital más poblada,… sólo nos espera el pleito y la desunión. Puedo decir esto con la autoridad de quien vivió una buena parte de su vida en esa isla y de quien aborrece el pleito insular, virus inoculado, como el que más. Sobra –o no- decir que tengo muchos amigos en Tenerife y que amo esa parte de mi país al igual que al resto. Pero existe y no conseguimos nada haciendo como si no existiera. Existe en los bares, en las clases, en las guaguas, en las calles, en los carnavales, en el fútbol, en las instituciones,… existe más allá de El Día y a veces me pregunto si las gentes de izquierda nacionalista no nos habremos equivocado, una vez más, en este asunto. Más allá de los muy loables y necesarios cantos a la unidad nacional, hemos orillado el tema como si no fuera con nosotros en vez de acometer al enemigo, explicándolo, socavando sus raíces. Tristemente, no pocas de las estrategias de un partido autodeclarado nacionalista y progresista como Nueva Canarias, consumen de la misma artillería del insularismo tradicional, que tan poco éxito electoral tuvo nunca en Gran Canaria. Da qué pensar. Aunque en tantas cosas estemos alejados, coincido en buena parte con las ideas de José A. Alemán en Entender Canarias, cuando afirma que al insularismo de Tenerife no se puede oponer otro insularismo, que hay que avanzar hacia una conciencia de país –región, dice él- que tenga la isla como asiento. Superada la primera fase de desarrollo del autogobierno, sin perder la vista de éste, tocaría ahora una fase de organización de las estructuras político-administrativas del país en la que los equilibrios fueran más y mejores, pero también las ansias de cada isla por desarrollarse en solidaridad con el resto, desde sus propias particularidades. Mirar la isla sin perder de vista el Archipiélago. Mirar el Archipiélago sin perder de vista Europa, África, América,…: la construcción nacional, al fin.