Alguien dirá, “bueno, es un poeta y no tiene por qué ser riguroso” y tendrá razón. No pretendo hacer un juicio literario ni mucho menos historiográfico sobre Justo Jorge Padrón ni sobre su libro Hespérida, ninguno de cuyos dos tomos he tenido la suerte de leer. Simplemente, quiero compartir con ustedes el asombro que me causó leer en La Provincia el acercamiento que Padrón propone a la Historia de Canarias. Resumiendo mucho –como siempre, recomiendo que vayan a la fuente original- se adscribe el poeta a esa corriente tan abundante en la historiografía de nuestro país que insiste en obviar toda huella africana, bereber,… en los primeros pobladores de las islas –no digamos ya en los actuales- para dar pábulo a las más fabulosas hipótesis feno-púnicas, civilizaciones éstas consideradas superiores, más dignas, más respetables. Quienes quieran informarse mejor de la polémica académica, que ha trascendido el campo natural de la arqueología para llegar al terreno de la política, pueden leer I-dentidad, un libro sobre el cual escribí hace unas semanas. La apuesta no llega sola –como podrán leer en la entrevista- sino acompañada del no menos manido y malintencionado tópico según el cual las islas sirvieron desde tiempos ignotos para proveer de víveres y agua a los castellanos. Quedaría así nuestro pequeño país atlántico condenado a repetir una y otra vez su historia, sin posibilidad de redención, como Bill Murray en Atrapados en el tiempo. Y nosotros con él. Así nos quieren.