Para Ricardo Melchior, asistir a la coronación de Barak Obama como nuevo emperador del mundo le supone un gasto que está fuera del alcance de su bolsillo. Dicho con sus propias palabras, “uno no está en condiciones de gastarse varios millones de pesetas”. Aparte de constatar que el presidente del Cabildo de Tenerife sigue contando en pesetas en vez de en euros, a uno le queda la sospecha de que, si fueran las instituciones las que pagaran, no habría tantos miramientos. Bien que corrieron las autoridades canarias en tropel para asistir en Guatemala a los actos de celebración de la subida a los altares del Hermano Pedro. Bien que usaron el dinero de los contribuyentes para traer a Bill Clinton a jugar al golf al sur de Tenerife. ¿Alguien me podría aclarar en qué se benefició el sector turístico canario –no digamos ya Canarias- de semejante charlotada? No se esfuercen buscando la respuesta. Tendrán la oportunidad de volver a enfrentar el dilema cuando en algún momento del 2009, Melchior lleve a Obama a jugar la partidita de golf acostumbrada –ya empieza a ser una tradición, oigan- al sur de Tenerife. A este paso, cualquier día se tropiezan a George Bush y Jimmy Carter en Candelaria, vestidos de golfistas. ¿Adivinan quién hará de caddie? Ése mismo que están pensando.