Salvo los partidos estatales, que al amparo de la circunscripción única, no corren riesgos, los partidos no estatales o nacionalistas periféricos, centrípetos, regionalistas, etc. lo suelen tener difícil en las elecciones europeas, disueltos en el océano electoral español. Son unos comicios vistos con cierta desgana por gran parte de la ciudadanía, en la que no acaba de calar la importancia de las instituciones de Bruselas,… Este último hecho dispara la abstención, de la cual salen beneficiados los interesados en perpetuar el bipartidismo, per recula, reculorum, que diría mi filósofo de cabecera, Pepe Monagas. A estos partidos no dependentistas sólo les queda echar mano de imaginación y calculadora a ver cómo consiguen dar la batalla en terreno hostil. La mayoría de las veces suele ser a base de alianzas “contra natura” que más tienen que ver con la aritmética y el “time-sharing” que con las afinidades ideológicas. Sólo así se explica la posibilidad de coalición entre Esquerra Republicana de Catalunya y Coalición Canaria para las elecciones europeas, una fuerza declaradamente republicana junto con una que se siente “más cerca de La Zarzuela que de La Moncloa”; una fuerza instalada en la izquierda posible junto con otra que amalgama al centro y las derechas del país. Falta saber qué harán CCN, PNC, PIL, etc. aunque me inclino por pensar que arrimarán el hombro. La dirección de NC seguirá fuera de juego; otra cosa son sus votantes. Y, si como dijo Shakespeare, bien está, lo que bien acaba,… al final, será el número de votos el que dirá si la jugada valió la pena. De momento, tiene las indudables ventajas de no dar tregua al bipartidismo en Canarias y permitir que una sensibilidad política arraigada en las islas no quede sepultada por la previsible ola de españolismo bienpensante. ¿Con qué ideas, con qué programa,… ? Al final ése es el último punto de la discusión en la política real. Veremos.