Las próximas semanas serán de discusión abierta acerca de las diferentes opciones que se presentan a los partidos nacionalistas canarios –llamémosles así- de cara a las elecciones europeas. No comparto una visión a favor del boicot a las elecciones, vaya esto por delante. Hay muchas cuestiones que ahora mismo se deciden en Bruselas como para mirar para otro lado. Dicho esto, leo que Román Rodríguez se ha apresurado a descartar cualquier tipo de alianza con Coalición Canaria. Me consta que esta decisión no es unánime en el seno de Nueva Canarias. Aunque tenga sus defensores, una jugada en la que NC llegara a algún tipo de alianza con IU, como aparenta ser la opción, no parece que vaya a estar marcada precisamente por el éxito electoral. Nada detiene el descenso en picado de la coalición de izquierdas que, ante la falta de ideas, recurre a un movimiento tan “novedoso” como escasamente ilusionante: entregar la dirección de la coalición al PCE. No parece descabellado un escenario donde el voto de Nueva Canarias se fragmente y por tanto esta fuerza salga debilitada. Si NC decidiera no presentarse, por ejemplo, la fuga de votos en todas direcciones puede ser un camino sin retorno. Quizás también resultaría afectada en un hipotético escenario de alianza nacionalista, no lo niego. Claudina Morales, la presidenta de Coalición Canaria, por su parte, no da un balón por perdido y sigue haciendo llamamientos a la unidad de CC, CCN, NC, PIL y PNC, para unos comicios que se prevén como mínimo complicados. Creo que falta perspectiva histórica. La ausencia de una opción nacionalista que puedan votar los ciudadanos canarios en las próximas elecciones europeas reduce el mapa político electoral canario, de facto, a un empobrecedor bipartidismo dependentista. Equiparar el debate sobre el actual gobierno canario a la conveniencia o no de que haya fuerzas canarias representadas en Bruselas no deja de ser un artificio poco creíble y de escaso recorrido: un argumento de consumo interno, en fin. Sería bueno -pienso yo- que los ciudadanos canarios que así lo desearan dispusieran de una opción -ya se vería cuál, cómo,…- que representara los intereses canarios en Europa –al menos una versión diferente de estos intereses a los que propugnan populares y socialistas- sin pasar por el filtro del sucursalismo. Otra cosa sería volver a los tiempos de aquel Ministro de Ultramar, León y Castillo, encarnado ahora por López Aguilar, sólo que sin el interés de aquél por su tierra. O sea, volver al siglo diecinueve.