Es común entre muchos remodernos y neoprogres sostener un falso universalismo de pies de barro, etéreo, que flota en el espacio interestelar de ideas tan vagas como socorridas. Cosmopolitismo, mestizaje, globalización,… todas éstas, palabras hueras pero biensonantes tras las que ocultar el desprecio y la minusvaloración de lo propio, lo local, el complejo de inferioridad,… y que políticamente suele ir de la mano de una defensa a ultranza de los Estados nacionales actuales. ¿Por qué lo llaman universalismo cuando quieren decir españolismo? Nada tendría en contra de éste si fueran lo suficientemente honestos como para llamarlo por su nombre. Pero, ¿y nosotros? ¿Cómo ser universal si no es desde lo local, desde la raíz? ¿Cómo ser ciudadano del mundo sin antes adscribirse a una polis desde la que poder componer ese mundo? Chirino resolvió este dilema haciéndolo forma en sus espirales. Y hasta el famoso chef Joachin Koerper acude a la ética para defender el valor de lo local en la disciplina culinaria. Será preciso revisitar el antiguo lema del Centro de la Cultura Popular Canaria, “ser del mundo desde aquí”. Habrá que seguir derribando ese falso principio según el cual lo canario se hace universal única y exclusivamente a través de lo español, para decir, con el poeta, siempre lúcido, “Esta casa canaria está en tres continentes, y es desde esta ventana desde donde contemplo el fenómeno del universo”.