El domingo me trajo nuevamente la tozuda realidad. El bienestar canario convive cómodamente con la tragedia cercana de un continente que se desangra por múltiples heridas. Una de esas heridas por las que a todo un pueblo se le escapa la vida es sin duda la que atormenta al pueblo saharaui. Buena parte de los saharauis sobreviven gracias a la ayuda internacional en los campamentos de refugiados de Tinduf, sin perder un ápice de dignidad y formalemente constituidos como la República Árabe Saharaui Democrática. Sin embargo, en los territorios ilegalmente ocupados por Marruecos con la connivencia de buena parte de la comunidad internacional, resisten muchísimos saharauis la opresión marroquí, sus torturas, palizas, encarcelamientos, violaciones, asesinatos,… De todo esto dio testimonio en una muy recomendable entrevista publicada ayer en La Opinión, Sultana Jaya, activista saharaui, admirable luchadora por los derechos de su pueblo a la autodeterminación e independencia. Sus palabras resultan estremecedoras, por ciertas y por llenas de orgullo, pero además resultan especialmente pertinentes a escasas semanas de la primera visita del presidente del Gobierno de Canarias, Paulino Rivero, a Marruecos. No esperamos nada de nuestro presidente ni del papel de comparsa que España le ha asignado en esa visita. Sin embargo, que sirvan estas líneas para recordar que dos gobiernos democráticos, el español y el canario, van a hacer el paripé, a mirar a otro lado, olvidándose de las violaciones de los derechos humanos, porque a Marruecos no van con la dignidad que a Sultana Jaya le sobra. Van a hacer negocios.