Para Antonio Barrón, directivo de ECOEMBES, sociedad anónima sin ánimo de lucro (¿?) dedicada a la cosa del reciclaje, “los canarios estamos a la cola” en el reciclado de residuos de envases en el Estado español: un veintinueve por ciento frente al cincuenta y cinco por ciento de media estatal. Sin embargo, y siempre según Barrón, los canarios reciclamos poco, pero bien, pues mientras en el Estado español se equivocan hasta un treinta por ciento a la hora de reciclar, en las islas el índice de errores ronda el veinte por ciento. O sea que acertamos más con los contenedores. Menos mal. Ya pensaba que, otra vez, tenían que venir de fuera a tirarnos de las orejas por estar siempre, sospechosamente, a la cola. Pero no, nunca viene la crítica sola sino acompañada del halago sincero de quien nos quiere bien y desea lo mejor para nosotros. En lo que sí puede que estemos a la cola es en la capacidad incisiva de nuestros periodistas que, se tragan el embolado de Barrón sin procesarlo ni reciclarlo, sin atreverse a preguntar por qué en el Estado español –al contrario que en otros países- el ahorro que las grandes empresas consiguen gracias al reciclaje de los ciudadanos, no repercute en el precio final del producto. Mientras el empresariado ahorra por la vía de disminuir la compra de materia prima destinada a la confección de envases, gracias a su reciclaje o reutilización, el ciudadano de a pie sólo obtiene la satisfacción moral de haber contribuido al cuidado del medio ambiente. Un ejemplo: recuerdo en los centros comerciales fineses unas maquinitas en las que uno introducía las latas de refrescos ya vacías y a cambio recibía unos tres céntimos de euro por lata. Aquí, en cambio, sólo el empresariado se beneficia directamente del esfuerzo de ciudadanos e instituciones. Nosotros reciclando como mano de obra gratuita, guardando, separando, cargando,… y ellos haciendo caja. Y no es que esté llamando al boicot al reciclaje, que conste. Es sólo una pregunta que me hago mientras sigo aquí, al final de la cola.