Publicado originalmente el 17 de noviembre de 2017
Al final logro quedar con mi buena amiga Pino. La encuentro como siempre, risueña, jovial, combativa. Me cuenta que viene de una reunión, ¡cómo no! Anda montando unas jornadas sobre vida sostenible. Ya ha conseguido amarrar los ponentes, que vendrán de Murcia, Gijón y un pueblo de la Sierra Oeste de Madrid.
– ¿Y en Canarias no hay ponentes?, le pregunto.
-Tú siempre igual… ¿No te das cuenta de que unas jornadas son algo de relumbrón y que hay que aprovechar para traer gente a la que no puedes ver normalmente?
-Bueno, entiendo que la excepcionalidad del momento invite a traer a algún ponente de fuera pero dos cositas: ¿Por qué fuera siempre es España y no Puerto Rico, Portugal, Senegal, etc? y ¿no te das cuenta de que no haces sino eternizar los roles por los que ellos siempre son los dadores del discurso y nosotros siempre los receptores? ¿No ves el daño que eso nos ha hecho históricamente y nos sigue haciendo?
Como no es cuestión de amargarnos la quedada, optamos por dejarlo correr. Pasamos a temas de conversación más intrascendentes pero, invariablemente, acabamos en la política. No lo podemos evitar. Nos conocemos desde la época de la Universidad, hemos compartido sobre todo experiencias de militancia política y social, vivencias muy intensas. Somos ahora, sobre todo yo, dos perros viejos, lamiéndose las heridas. Yo, desde el desencanto crítico; ella, desde la militancia compulsiva.
-¿En qué andas? -me pregunta- ¡Tú siempre andas en algo!
-¡Cómo me conoces! Bueno, no puedo contártelo del todo… Se trata de la cuestión territorial, como dicen por la metrópoli. Para mí es sobre todo una cuestión de democracia, de no querer que nos teledirijan. No podemos quedarnos de brazos cruzados. Si lo hacemos, será dejar vía libre al PP y mucho me temo que a Ciudadanos para que nos marquen las reglas del juego los próximos cincuenta años. Hay que construir un bloque socio-político y cultural de oposición, que tome la iniciativa, que aproveche lo mejor de lo alcanzado hasta ahora como base para seguir dando pasos en el autogobierno…
– ¿No me dirás que apoyas la Reforma del Estatuto? Te me estás ablandando…
-Bueno, desde luego tiene elementos positivos, aunque para un nacionalista como yo se quede corta… ¿Tú no la apoyas?
-¡Ni de coña! No voy a suscribir un texto con el que está de acuerdo Coalición Canaria.
-O sea que no lo has leído…
-¡Ni falta que me hace! Si viene de Coalición, bueno no puede ser…
-Ah, muy bien. Así se construye el pensamiento crítico, con prejuicios, pseudoconocimiento, rechazo a admitir los hechos que no nos convengan… No te has leído el texto de la Reforma pero ya tienes una opinión. Total, como, según tú, «viene de Coalición», ¿para qué molestarse en formarse una opinión sólida a partir del estudio? ¿En qué parte del manual de socialismo científico salía eso, que no lo recuerdo ahora mismo?
-Yo no digo eso.
-Pero lo practicas, tú y tantos que se sienten cómodos en su discurso de circuito cerrado, renunciando a intentar ganar mayorías sociales, autoconvocándose a actos a los que sólo van ustedes, los que ya están convencidos, porque son incapaces de relacionarse con los que no participan de sus prácticas ritualizadas…
-Yo a eso lo llamo cultura de resistencia.
-Pues yo lo llamo cultura de repelencia… Acaban repeliendo a cualquier persona que no comulgue, sí, comulgar, como cualquier otra iglesia, con su programa de máximos. ¿Es que no ven que van de derrota en derrota hasta la victoria final? ¿Que pasan generaciones y generaciones que se queman practicando la autocomplacencia?
– ¿Y entonces qué hacemos? ¿Pasarnos al enemigo? ¿Nos metemos todos en Coalición?
-No se trata de eso. Se trata de ser capaz de seducir al personal con propuestas realistas, aquí y ahora. Con tu mirada, el nacionalismo catalán seguiría en su estancamiento histórico. Pero, claro, ustedes apoyan la línea de masas en Cataluña, que las CUP lleguen a acuerdos estratégicos con ERC y la antigua CIU, en Venezuela, en Vietnam y en Palestina. Pero, cuando llega el caso de Canarias, todo son pruritos ideológicos… ¿Sabes lo que les pasa? Que en el fondo tienen un verdadero miedo atroz a la revolución y a la independencia. Por eso prefieren estar entretenidos, haciendo como que luchan por la revolución y la independencia.
-¿Sabes? A veces me pregunto por qué quedamos…
Los siguientes minutos son de silencio incómodo. Sacar la artillería pesada es lo que tiene pero es que no soporto esa simpleza intelectual por la que hay que descalificar sistemáticamente cualquier iniciativa que no consista en repetir los mantras con los que mi sectita se relaja mientas parece que hace algo. “Descolonización. Independencia. Descolonización. Independencia. Descolonización. Independencia” ¡Como les ha dado tanto éxito en los últimos cuarenta años! Tienen los mismos concejales que Ciudadanos en Cataluña. Esto último me lo callo.
-Bueno, pues ya me voy yendo… Tengo reunión en la asociación de vecinos. -dice finalmente Pino. Quiere que quedemos bien. Son muchos años de amistad y sabemos que, a pesar de todo, podemos contar el uno con el otro.
-Bueno, ya quedaremos otro día para pelearnos. -Por fin le saco una sonrisa.
Beso en la mejilla, recuerdos a todos. Aun así, cuando enfila para la puerta, no puedo evitar soltarle una pequeña maldad.
-¡Pino, recuérdale a los godos de las jornadas que sólo pueden llevarse dos cartones de tabaco!
-¡Tú siempre igual!