
Publicado originalmente el 20 de julio de 2019
El último fin de semana de septiembre de este 2018 tuvo lugar, en Tenerife, el I Encuentro Feminista Canario Decolonial de la historia de las islas. Alrededor de unas 100 mujeres llegadas de diferentes puntos del archipiélago, se (re)conocieron en un espacio dado y creado para el rescate de la memoria de las mujeres isleñas, el aprendizaje en relación al contexto social e histórico en el que nos hemos movido los pueblos colonizados y el enfoque del movimiento feminista canario en el pasado, presente y futuro.
Lo que se vivió en Pinolere fue lo más parecido a un sancocho familiar entre islas y entre generaciones por un objetivo común: despatriarcalizar y decolonizar el archipiélago canario. ¿Las herramientas? feminismo canario decolonial e interseccional. ¿La forma? situando y centrando el (los) discurso(s), recuperando nuestra memoria, dando valor a nuestras tradiciones y buscando las respuestas a esos vacíos culturales que el continuo proceso de colonización nos deja, desde el desconocimiento de la propia historia de Canarias hasta el oasis identitario.
Tendríamos que remontarnos a 1983 para hablar de las primeras jornadas feministas en Canarias, las denominadas Jornadas Violetas. Organizadas por la Coordinadora Feminista de Canarias y celebradas también en esta ocasión en la isla de Tenerife. En torno a 70 fueron las mujeres llegadas desde Lanzarote, Gran Canaria y Tenerife, dándose cita para coordinar el movimiento feminista en el archipiélago y dejando un legado que esta generación actual, con el geito manifiesto, ha decidido recoger probablemente sin saber que lo hacía.
Y digo probablemente sin saberlo, porque lo cierto es que a pesar de que el movimiento feminista canario tiene un recorrido relativamente corto, aunque de relevancia, la historiografía no le ha dado su lugar. Pocos son los estudios y las publicaciones llevadas a cabo sobre la temática.
Este breve artículo es un intento más de darle su lugar en la historia del archipiélago a las mujeres que bregaron para impulsar un movimiento social que reconociera los derechos de todas. Es una cuestión de justicia social y un ejercicio de coherencia con el feminismo, aplicar todas las herramientas que tengamos desde nuestros ámbitos personales y profesionales en la creación y difusión de discursos que rompan con la estructura patriarcal.
El Surgimiento del Movimiento Feminista Canario.
En primer lugar, tenemos que partir de la base del proceso de retroceso que se vivió en el archipiélago con la llegada de la dictadura y la introducción del nacionalcatolicismo como base ideológica, con lo que esto supuso para el ideal de mujer.
La sociedad canaria de mediados de los años sesenta y setenta, va a estar marcada por algo mucho más allá que la singularidad de su situación geográfica, periférica. El archipiélago carga en estas décadas con un alto nivel de analfabetismo, que se sitúa en el 12,7% hasta los años setenta. Por otro lado, el constructo de familia, la desconexión con las ideas de las metrópolis y la innegable relación con el ámbito rural, convierte a la canaria, aunque con excepciones y diferencias entre las islas, en una sociedad anquilosada, de ideas conservadoras, donde los partidos de izquierda desarrollan unas prácticas ortodoxas que no calan del todo en la ciudadanía.
Aunque el interés por el feminismo de Segunda Ola aparece ya a finales de los años 60, en plena dictadura, con el denominado Seminario de la Mujer en la isla de Gran Canaria, para poder hablar de movimiento feminista como tal, habrá que esperar hasta finales de 1975, conectando con tres coyunturas, por un lado, la muerte del dictador, por otro lado, el auge de la lucha popular en el archipiélago canario, generado por el aperturismo y, finalmente, con la fuerza del movimiento feminista a nivel internacional, siendo 1975 el Año Internacional de la Mujer fijado por la Asamblea General de Naciones Unidas.
El movimiento feminista nace en las islas y se organiza como una forma más de lucha contra la dictadura, desde la clandestinidad y al calor, por un lado, de los partidos políticos de izquierda en el archipiélago y, por otro lado, del auge y calado que los movimientos de mujeres estaban desarrollando a nivel internacional. Hablamos, por lo tanto, del proceso de doble militancia que se da prácticamente por norma en el estado español y que juega un papel fundamental en la trayectoria del movimiento feminista, atendiendo a las diferencias ideológicas entre los distintos grupos de mujeres. Durante los casi 40 años del movimiento feminista activo en el archipiélago, nos encontramos con esta cuestión como un problema latente en el núcleo de la problemática de unificación de fuerzas.
La idea de unidad entre las mujeres canarias se basa en la necesidad de suscitar debates que hicieran despertar conciencia feminista, de obtener la capacidad para ejercer control sobre sí mismas, sobre sus vidas, de alcanzar la autonomía y de conquistar los derechos negados. Algo que se verá materializado en el surgimiento de las tres asociaciones con mayor fuerza en el archipiélago, la Asociación de Mujeres Canarias, la Organización Democrática de la Mujer y el Frente de Liberación de la Mujer Canaria que a su vez darán lugar a la Coordinadora Feminista de Canarias.
La AMC, compuesta por mujeres pertenecientes a diferentes ámbitos pero que en su mayoría pueden encuadrarse en dos espacios, el PCE y los sindicatos, basó su ideario político y su programa reivindicativo en la defensa de la igualdad en la educación para niños y niñas, de forma mixta y obligatoria hasta los 16 años; igualdad de oportunidades para la capacitación profesional (esto es, igual trabajo, igual salario); iguales beneficios en la Seguridad Social para trabajadoras y trabajadores; creación de servicios públicos, tales como guarderías, comedores, transportes, etc., que facilitaran la incorporación de las mujeres al trabajo; igualdad legal y absoluta de mujer y hombre; divorcio; libertad de la pareja para elegir el número de hijos, (esto es, información sexual y medios anticonceptivos gratuitos) y el fomento de la creación de Asociaciones de Vecinos, Consumidores, etc., en las que participara activamente la mujer. Es decir, se trata de un grupo de mujeres que llevan a cabo una doble militancia pero que encuentran en esta asociación un espacio para desarrollar política de manera abierta, lo que desde el partido (PCE), se llamó “salida a la superficie”. La actividad de la AMC viene marcada por su carácter formativo y asistencialista, mediante charlas, conferencias, jornadas y el asesoramiento jurídico
Por otro lado, la ODM surge al calor del PUCC (posteriormente MIRAC) y se trata de una asociación con mayor presencia en las calles, con un carácter más reivindicativo que asistencialista. Al igual que la AMC, también hacen alusión al trabajo (igualdad en el acceso, lucha contra la discriminación y socialización del trabajo doméstico), la educación (enseñanza obligatoria hasta los 18 años, gratuita, laica y antiautoritaria), el cuerpo (derecho al control del cuerpo, despenalización del aborto, Seguridad Social para la atención a las necesidades médicas de las prostitutas), y lo legislativo (divorcio, reconocimiento de los derechos a las madres solteras, amnistía total para los denominados “delitos específicos de las mujeres”, penalización a la violación y asalto sexual, etc.).
Finalmente, el FLMC fue una organización distinta a las anteriores, pues, a pesar de encontrarse ligada a un partido político, (PCC) existía un amplio espectro de mujeres dentro del colectivo que no militaban en ningún partido pero que tuvieron un gran peso dentro de la asociación.
Una de las características fundamentales de este grupo y que marca la diferencia con respecto a los otros dos grandes colectivos, fue el intenso trabajo de formación teórica, algo que podemos apreciar dentro del propio programa reivindicativo. En dicho documento, se hace un recorrido histórico sobre la opresión de la mujer, desde las sociedades primitivas y la división sexual del trabajo, hasta la relación de la propiedad privada como elemento de discriminación y dominación de la mujer. También se alude al mercado de trabajo y al “papel reproductor de las mujeres, reproductoras de la especie, reproductoras de la fuerza de trabajo y reproductoras de la ideología dominante a través del papel de la mujer en la familia”. Apuestan por una organización formada por mujeres, que recoja las reivindicaciones del “pueblo canario”, autónoma, democrática y asamblearia, unitaria, interclasista y legal. El funcionamiento de la misma, basado en comisiones de trabajo: propaganda, finanzas, relaciones políticas, centros de estudio, lugares de trabajo y barrios.
La existencia de tres grupos de mujeres organizados y con un fuerte trabajo de formación y acción en la calle, en las islas capitalinas, degeneró rápidamente en un movimiento unificado, es decir, en el desarrollo de acciones conjuntas, prácticamente de manera automática y en la creación, tres años después, de la Coordinadora Feminista de Canarias.
Desde 1978, con la lucha por la legalización de los anticonceptivos a cargo de la Seguridad Social hasta finales de la década de los ochenta, la actividad de la Coordinadora en las islas va a ser enérgica. Sin embargo, la llegada de los procesos de institucionalización de los movimientos sociales con la entrada del gobierno socialista, van a traer la calma chicha a la lucha en la totalidad del estado español, siendo el movimiento feminista una de las luchas afectadas, pues venía de cosechar varios éxitos, como la ley del divorcio o el aborto.
Al margen del (contra)poder de las instituciones, el movimiento feminista en el archipiélago fue y es hoy una realidad que además aglutina varias generaciones, aquellas que lucharon por obtener la ley del aborto con aquellas que hoy luchamos por no perderla, aquellas que lucharon por la legalización de los anticonceptivos con las que hoy luchamos por el fin de las agresiones sexuales.
Somos manada. Las de ayer con las de hoy. Buscamos y creamos nuestro(s) discurso(s), desde la diversidad, contra el patriarcado, en Canarias y para Canarias. De aquellas piñas, este gofito.
* Este artículo está firmado por Valeria Cabrera Suárez, Grado en Historia por la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria y Máster en Estudios de Género y Políticas de Igualdad por la Universidad de La Laguna, y apareció originalmente publicado en la Revista El Bucio número 0, de venta en librerías.