
Los analistas afirman que la cumbre del clima celebrada en Madrid no trajo consigo demasiados compromisos por parte de los Estados. Palabras compungidas, fingido interés científico y la novelería de la presencia de la adolescente sueca Greta Thunberg. 11 días y 36 horas extra de debate. Sin embargo, se pospone la descarbonización y la reducción de emisiones CO2 hasta la COP del año 2020. Para que se hagan una idea, solo en el año 2000 se liberaron alrededor de 7,5 millones de toneladas de hollín artificial a la atmósfera. Actualmente en el mundo desarrollado en torno al 70% de las emisiones de CO2 corresponden a motores diésel.
El documento resultante de las largas horas de reunión reconoce “la necesidad urgente de mantener el aumento de la temperatura media global muy por debajo de 2°C por encima de los niveles preindustriales”, pero solo se “anima” a los estados a que actúen, sin compromiso claro de cómo hacerlo. De los países participantes, solo 84 mostraron su compromiso de presentar medidas drásticas en 2020 en la Cumbre de Glasgow, próxima sede de la cumbre climática. Entre ellos están Alemania, Francia o España. Estados Unidos, Rusia, China o India, que suman en torno al 55% de las emisiones mundiales, no se comprometieron en ningún momento a reducir sus emisiones ni siquiera a ahondar en medidas efectivas para llevarlo a cabo.
El fracaso de la COP25 lo atestiguan diversos testimonios. Entre ellos el de Antonio Guterres, secretario general de la ONU, que calificó a la comunidad internacional de poco ambiciosa para llegar a un compromiso final. Los ecologistas tampoco salieron contentos de la cumbre, destacando cómo los gobiernos se tapan los oídos mientras el mundo grita. La ministra chilena de Medio Ambiente, Carolina Schmidt, la anfitriona dado que se debía celebrar en Chile, lamentó no haber llegado a un acuerdo final. “Estuvimos tan cerca”, indicó.
Algunas pinceladas más concretas sobre Canarias
¿Cómo afecta el cambio climático a Canarias? Ya hemos disertado sobre ello en otros artículos en Tamaimos.com. Para contestar a esa pregunta primero habría que responder si de verdad existe el cambio climático. Según el biólogo David Branwell, que fuera director del Jardín Canario de Las Palmas de Gran Canaria, y es autor del libro El cambio climático y las Islas Canarias, el cambio climático está sucediendo y está siendo causado por las actividades del ser humano. Provoca ese calentamiento global actividades como el efecto invernadero. Las emisiones de CO2 y la liberación de gas a la atmósfera ha aumentado en un 45% desde el comienzo de la Revolución Industrial.
¿Quién provoca el cambio climático? En primer lugar la misma industria por el proceso de industrialización. En Estados Unidos en el siglo XX, uno de los países y de las eras más contaminantes, tienen mucha incidencia también la electricidad y el transporte. En segundo lugar, el hollín procedente de motores diésel y quema de pastizales, bosques y sabanas, está saturando de CO2 la atmósfera. En tercer lugar influye la deforestación. Se pierden más de 30 millones de acres de bosques, liberándose mucho más dióxido de carbono a la atmósfera. También influyen los grandes incendios forestales, como el recientemente declarado en Australia o el del verano pasado en Gran Canaria, todo ello con la mano del ser humano indudablemente detrás. En cuarto lugar la agricultura, actividad que se estima que libera entre el 14 y 34% de los gases de efecto invernadero del planeta. El metano liberado por las vacas y algunos tipos de arrozales, son los principales culpables de estos datos. La mayor parte de los efectos del cambio climático lo producen los países del primer mundo, pero lo sufren de manera virulenta países en vías de desarrollo o del tercer mundo. Por ejemplo, el continente africano, que ha contribuido bastante poco en los gases invernadero, va a sufrir de manera bastante profunda el cambio climático.
Con todo, la temperatura ha aumentado en torno a 0,8ºC desde 1900, la mayor parte del calentamiento ha sido en los últimos 35 años, con 16 de los 17 años más cálidos ocurridos desde 2001. También ha subido el nivel del mar y se han derretido algunas placas de hielo importantes. Todo esto afecta también al entorno animal y vegetal, además de provocar la desertificación de diversas zonas. El cambio climático, además, está provocando la huida de personas de sus respectivos entornos por perder su actividad habitual a consecuencia del cambio climático. Se denominan refugiados climáticos.
Y llegamos a Canarias. En su libro, Branwell enumera los efectos de este cambio climático en el aumento de las temperaturas, tanto en verano como en invierno, en el hecho de que haya menos precipitaciones, por lo que las sequías serán más habituales, en el aumento del nivel del mar, en el mayor riesgo de temporales tropicales más virulentos y posible proliferación de enfermedades tropicales, en un crecimiento de posibilidades de que se produzcan grandes incendios forestales en las islas o en posibles procesos de desertificación por lo que pueda afectar el deshielo de Groenlandia, que modera el clima en las islas.
En La Palma las temperaturas han aumentado una media de 1ºC durante los últimos 30 años. Peligran los endemismos, que se han desarrollado por una temperatura concreta que ya no habría en Canarias. Las aves, por su parte, migrarán en épocas distintas a las islas, otras no vendrán y otras aparecerán nuevas, creando un desequilibrio en el ecosistema insular.
¿Qué está en nuestra mano con respecto al cambio climático?
No todo está perdido. Desde nuestra individualidad y, aún así como colectivo, podemos generar acciones para que el cambio climático sea, al menos, más moderado. Branwell propone apostar por las energías limpias y renovables, reciclar y cambiar nuestro modo de movernos, usando más el transporte público y los medios alternativos, en unas ciudades canarias donde viven más de 80 personas de cada 100 residentes en Canarias. Las energías renovables deben de ser algo más que el deseo y las posibilidades. En Canarias es el momento de apostar decididamente por las energías eólica y solar. Si hablamos de los residuos, reciclar una tonelada de papel evita que se talen 19 árboles. No solo eso, el papel reciclado requiere un 65% menos de energía que el papel y usa un 80% menos de agua. Con el vidrio pasa lo mismo, se necesita un 40% menos para producirlo. Y por último, en el caso del plástico, hace falta un 70% menos de energía que a partir de materias primas, aparte de evitar contaminar el mar.
Además, mejora nuestra vida apostar por la agricultura ecológica y de kilómetro 0. Con ello evitamos desplazamientos de alimentos y podemos paliar la dependencia de la agricultura intensiva que gasta mucho más agua, cuando la misma se supone que va a escasear por los mismos efectos del calentamiento global. La pesca también se verá afectada por el cambio climático, no obstante en Canarias algunas especies de origen templado han sufrido un retroceso. Para ello, una medida que propone Branwell en su libro es apostar decididamente por la piscicultura, una forma de comer sano, controlar la calidad del pescado que consumimos y reducir presión sobre el medio marino.
En definitiva, estamos a tiempo de, al menos, contener una parte del calentamiento global en Canarias y dejar una serie de prácticas necesarias para mejorar el mundo que se van a encontrar generaciones futuras. Con todo, el efecto principal del cambio climático, como hemos visto durante el texto, corresponde a la gran industria. Por otro lado, en cuanto a zonas geográficas, el primer mundo es el principal verdugo del planeta, arrastrando con sus malas prácticas a todo el resto del planeta. Las islas son entornos débiles que se pueden ver arrastradas de manera más virulenta por los efectos del cambio climático. Nos va la vida y el futuro en ello.