
Publicado originalmente el 8 de octubre de 2012
Así, dicho rapidito, uno es nacionalista porque el nacionalismo representa un movimiento contra la dependencia, por la asunción colectiva de responsabilidades, contra el eterno infantilismo en que se quiere mantener a las sociedades dependientes. Soltar amarras con la metrópoli tiene el inmediato corrrelato de la necesaria autoafirmación, el empoderamiento -ese anglicismo horrible-, el no pretender solucionar nuestros problemas como hacen los niños, culpando a alguna otra persona, sino como una sociedad adulta que cuenta consigo misma y se sabe capaz. Así entiendo el nacionalismo y así procuro ponerlo en práctica. Por eso, me resulta francamente incomprensible que Paulino Rivero, según él mismo ha dicho, nacionalista, presidente a mayor abundamiento de una fuerza autodenominada nacionalista, sentencie: «O más nacionalismo o menos dependencia de España». Se supone que el nacionalismo canario debiera servir para reducir la dependencia de España, digo yo. Pero ahí no acaba la cosa. Continúa el presidente diciendo que «de estar abocados a pedir mayores cotas de autogobierno, ése sería un camino sin retorno». ¿No debiera un gobierno nacionalista exigir mayores cotas de autogobierno? ¿El camino en el que estamos ahora sí tiene retorno? Francamente, no entiendo nada. A no ser que el nacionalismo de Paulino Rivero y de Coalición Canaria sea un paripé y básicamente consista en perpetuar la dependencia de Canarias no sea que algún día a nuestra sociedad le dé por independizarse, eso que, más tarde o más temprano, hacen todas las personas adultas.