
La diferencia entre “ser” y “ser de” es especialmente significativa en todo lo que hace a los asuntos entre España y Canarias. Llámenlo la financiación autonómica, los hidroaviones, la cuota del atún rojo, la no consideración de servicio público de las comunicaciones aéreas entre ambos territorios, la negativa de AENA a financiar el cambio de nombre del Aeropuerto de Lanzarote, el absentismo de los diputados en Cortes cuando toca hablar de nuestro Estatuto, su nula presencia en los periódicos españoles y, por no seguir aburriéndolos con ejemplos, ahora mismo, el infame reparto de fondos para atender a los menores inmigrantes, según el cual, sólo un 1% de los mismos es destinado a Canarias, esa comunidad donde apenas llegan pateras. En cambio, en Andalucía, donde casualmente se celebrarán próximamente elecciones, recibirán 25’5 millones de euros de los 40 totales.
Cito de memoria al maestro José Agustín Alemán, en su Entender Canarias, cuando dice que “ellos están en sus cosas”. Es obvio que nosotros no estamos entre “sus cosas”. Es el mismo autor quien aventura que, en una hipotética invasión marroquí de Andalucía y Canarias, si el Ejército español sólo pudiera defender un territorio, clarísimamente elegiría Andalucía. Es, nuevamente, la diferencia entre “ser” y “ser de”. O ser “parte de” y ser “posesión de”, si lo prefieren. Es una distinción que en el nacionalismo español, el Estado, el establishment, el imaginario colectivo español, la casta pero también quienes la combaten,… siempre ha estado bien instalada por más que no se verbalice más allá de algún desliz informativo. A veces el subconsciente les traiciona y el buen colonizado se indigna, reclamando la atención de la madrastra, que nuevamente lo abandona a pesar de sus lloriqueos. Lo que es difícil de entender -o no, según se mire, que para eso también sirve un sistema educativo alienante, unos medios de comunicación bien domesticados, etc.- es por qué en Canarias no lo tenemos tan claro y nos empeñamos en confundir las cosas, en pensar que “somos”, sin darnos cuenta de que, sobre todo, “somos de”.