
Publicado originalmente el 3 de octubre de 2014
Prácticamente desde el mismo momento en que se conoció la pregunta de la consulta sobre las prospecciones comenzaron a aparecer innumerables exégetas dispuestos al análisis de la misma. Unos hacían hincapié en el aspecto no volitivo del “¿Cree usted…?” frente al “¿Quiere usted…?”. Otros, tirando de socarronería isleña, preguntaban por el modelo medioambiental y turístico de las islas. Más que nada por saber cuál era. También los hubo que advertían de que dar por buena la pregunta de marras podría equivaler a sancionar los desmanes urbanísticos de las últimas décadas, o sea, siempre. Tampoco faltaron quiénes querían incluir el Puerto de Granadilla, la Ley Electoral o las listas de espera en la consulta del próximo 23 de noviembre. O quienes quieren aprovechar la consulta sobre las prospecciones para emitir un voto contra el gobierno de Coalición Canaria y el Partido Socialista.
Supongo que todos tenían su parte de razón y su parte de sinrazón, pero, a mi juicio, la pregunta es una preocupación de poco recorrido. Ésta es una pregunta para sortear al Tribunal Constitucional; todo el mundo sabe cuál es la pregunta de verdad y que vamos a llevar en la mente y el corazón el 23 de noviembre. Todo ello si el Tribunal Constitucional lo permite y no se mete en otro follón como en Cataluña. Objeciones se le pueden hacer muchas, con toda seguridad, sin embargo, desde ayer mismo, la supuesta importancia de la pregunta deja paso a otros elementos que van a ir ganando fuerza en la próximas semanas. Uno de ellos, sin duda, la capacidad que tengan los movimientos sociales para desarrollar una campaña por el No con perfiles y contenidos propios. Será una prueba de madurez e independencia que tendrán que superar si quieren evitar el doble peligro de aparecer demasiado alineados con el Gobierno y sin un discurso propio elaborado en Canarias. Esperemos que en torno a la consulta se visibilice una sociedad civil fuerte y cohesionada como nos merecemos. Creo también que el tremendo peso simbólico del llamamiento a la participación en un día en el que los canarios, por primera vez en nuestra historia, vamos a votar solos, sin compañía de otros, irá ganando protagonismo en las próximas fechas. Por último, cobrará más y más importancia la certeza de que el 23 de noviembre y las propias semanas de campaña van a servir también para arrinconar, dividir y pulverizar al Partido Popular en Canarias. Una gran victoria del No, no sólo evidenciaría el disparate democrático del proyecto petrolero, sino que sería un referente ineludible en la batalla por construir un país sostenible y con una democracia digna de ese nombre. Ése es el reto. Todo lo demás es secundario ante la posibilidad de vivir un hito histórico similar al No a la OTAN de 1986, un referéndum en torno a una pregunta de la que ya poca gente se acuerda.