
Publicado el 1 de junio de 2015
Dice Christoph Kiessling, vicepresidente del Grupo Loro Parque, que su empresa tiene «dificultades para encontrar gente preparada con idiomas» en Canarias, y que por eso tiene que recurrir a la contratación de extranjeros. La verdad, no sé cómo encarar semejantes declaraciones de alguien que es vicepresidente de la empresa que fundó su padre. No dudo que el señor Kiessling esté muy preparado, pero convendremos que entonar el guineo pejiguera de la preparación cuando tienes un cargo ejecutivo en la empresa de tu familia no resulta muy elegante que digamos. Eso sí, demuestra estar plenamente integrado en la vida isleña porque la matraquilla de la falta de preparación es una constante en el empresariado turístico canario, ese mismo que no destaca precisamente por su nivel de formación.
Las escuelas oficiales de idiomas rebosan de alumnos; la ULPGC cuenta con una Facultad de Traducción e Interpretación bastante competente, y la ULL imparte un Máster en Interpretación de Conferencias reconocido por las instituciones europeas, el más prestigioso de España. Según un estudio los canarios estamos entre los que mejor nivel de inglés tenemos del Estado, y estamos, atención, por encima de la media europea. ¿Y a los Kiessling de verdad les cuesta tanto encontrar canarios preparados con idiomas?
Hará unos diez días que la multinacional Decathlon abrió uno de sus establecimientos en Bruselas, en lo que ha sido el resultado de cuatro años de duras negociaciones entre la empresa y las autoridades de la capital belga. Y es que la ciudad de Bruselas exigía condiciones estrictas para la apertura del nuevo Decathlon, entre otras que la empresa contratara prioritariamente a bruselenses, a razón de dos por cada tres puestos de trabajo disponibles. La empresa terminó aceptando, a pesar de sus reticencias iniciales: el personal de la tienda debe ser bilingüe (neerlandés y francés) para atender a la clientela del cercano Flandes, pero ese es un perfil escaso en Bruselas, donde son pocos quienes dominan ambos idiomas. Aun así, se impuso el interés general de la región, que sufre un nivel de paro preocupante.
O sea que mientras en Bélgica la empresa que viene a hacer negocio tiene que negociar las condiciones y contratar personal local aunque presente carencias, en Canarias parece que las empresas nos hacen un favor por establecerse en las Islas, como si vinieran a tener pérdidas. ¿Negoció el consistorio de Juan José Cardona que el acuario que los Kiessling construirán en Las Palmas se nutra de personal contratado en el municipio? ¿Veló el alcalde en funciones por los intereses de sus conciudadanos? Las declaraciones de don Kiessling junior ya dejan entrever la respuesta.
Por supuesto que en Canarias hay gente preparada y con idiomas. Nuestro problema no es tanto la formación, que ha mejorado con mucho. Nuestro problema es la concepción según la cual las instalaciones turísticas han de ser una especie de gueto en el que extranjeros son atendidos por extranjeros; una atmósfera artificial de la cual hemos sido extirpados los pobladores naturales, en la que no siempre se nos ve con buenos ojos, cuyos puestos de trabajo a menudo nos están vetados, cuyos servicios con frecuencia nos excluyen. Sólo así se entienden declaraciones como las de Kiessling. Sólo así se explican ofertas de trabajo inaceptables y discriminatorias como la de Dinosol, reservadas a personas de lengua materna inglesa, alemana o rusa (es decir: canarios excluidos). O la de Fotoeventi, que contrataba personal en Madrid para trabajar en Canarias. O la de una empresa de telefonía, que pedía «ser de la península» para trabajar en Canarias.
Nuestro problema no es tanto de formación. Nuestro problema es que nuestros representantes no montan una carajera cuando a los canarios se nos excluye; nuestro problema está en que quienes deben velar por nuestros intereses permiten que se nos discrimine impunemente en nuestras propias narices, en nuestra propia casa. Nuestro problema está en que nosotros mismos lo sigamos permitiendo. Menos vacilón y menos hacer pasar por normalidad lo que es una discriminación que en ningún otro lugar se tolera. Autoestima, respeto por nosotros mismos, dignidad. No tenerlos tiene consecuencias. Nos puede costar un puesto de trabajo.