
Empiezo el siguiente artículo haciendo una reflexión; ¿quién conoce la Lengua de Signos? ¿Quién la usa?
La lengua de signos es la lengua natural de las personas sordas. Las personas sordas hablan, hablan con sus manos y su expresión corporal, con una lengua que se caracteriza por ser viso-gestual, es decir, el sentido de la vista es primordial y también las expresiones corporales, la gestualidad de las personas engloba todos los matices vocales y corporales que tenemos a la hora de expresarnos, porque para los oyentes no es lo mismo decir “que pasa muchacho…” que “¿¡¡que pasa muchacho!!?” , pues con la lengua de signos implica exactamente lo mismo. La necesitan igual que nosotros, la lengua española. Respecto de su situación en Canarias, he de decir que avanza lentamente y explicaré los motivos. El principal es el desconocimiento, porque sin conocimiento no se puede pretender que algo mejore, o eso o que lo hay y lo que no hay es interés por mejorarlo…
Quisiera partir con una experiencia personal que suele pasar con varios conceptos ligados a dicha lengua y que antes de ser conocedora seguro caí en lo mismo o ni si quiera lo pensé. El caso es que voy a asesorarme sobre mi situación laboral y me dicen “ah lo tuyo es lo del lenguaje de signos” y yo “sí sí soy Intérprete de LENGUA de signos” a lo que la persona insiste en continuar denominándola como lenguaje y es algo que suele ocurrir. Hoy día la lengua de signos es una LENGUA reconocida como tal desde el año 2007, ya el simple hecho de su tardío reconocimiento es algo que demuestra la “lentitud” de avance de esta lengua. Es fundamental para las personas sordas, que no “sordomudas”, otro concepto que no “avanza”. Una persona sorda no tiene porque ser muda, tiene una deficiencia auditiva no vocal. Los seres humanos aprendemos a hablar escuchando e imitando a nuestros adultos, por eso muchas personas sordas que nacen con esta deficiencia o que la adquieren a corta edad, no vocalizan, pero no hay que generalizar. Por supuesto, esta lengua también es importante para que personas oyentes puedan comunicarse con personas sordas en cualquier ámbito de la vida, porque también van al médico, a un curso, a un supermercado… hacen la misma vida pero no todos compartimos su lengua y no siempre pueden contar con intérprete de lengua de signos, un profesional cuya labor consiste en ser el puente comunicativo entre persona sorda y oyente, herramienta facilitadora de la comunicación.
Como he comentado, se tiende a generalizar, a englobar, se tiende a designar a las personas sordas, a todas las personas sordas como si fuesen todas sordomudas, es decir, se engloban a todos cuando son personas independientes que no presentan en mismo nivel de pérdida ni a la misma edad y que tienen sus propias necesidades. Y esta generalización afecta a la diversidad que hay entre todos ellos, igual que hay con cualquier otro colectivo de personas y las consecuencias influyen en su educación, en su integración laboral, en su desarrollo integral, que a fin de cuentas es algo a lo que aspira cualquier ser humano, y objetivo primordial de cualquier intervención educativo-social. Está demostrado que esta generalización afecta a su formación, así como también al desconocimiento y que quizás muchas de las personas que trabajan para mejorar su formación no son del todo conocedores de las acciones eficaces y válidas para las personas sordas. Una medida para ello es el derecho a tener un profesional intérprete de lengua de signos, una herramienta que facilita la comunicación entre personas oyentes y sordas. La formación es futuro, sin ella, habrá desigualdad. Los estudiantes sordos sólo tienen un total de 10 horas interpretadas respecto a sus compañeros oyentes, con lo cual estos alumnos pierden gran cantidad de información que es relevante y que repercurte en que su acceso al mundo laboral sea limitado e inclusive un porcentaje muy bajo de alumnado sordo accede a la universidad. En muchas ocasiones acaban abandonando por frustración, por aburrimiento e incluso al no saber los formadores cómo trabajar con este colectivo, darles la titulación sin ser capaces de verificar que están cualificados. Con ello no digo que no puedan serlo, son capaces como cualquiera pero necesitan tener los medios adecuados. Al final, sólo acceden a puestos de trabajo de escasa cualificación profesional, trabajos mecánicos o en centros especiales de empleo.
Ligado a lo que comenté respecto a los intérpretes, no quiero dejar de comentar que es una profesión con mucha preparación, que en Canarias podemos presumir de ser de los mejores preparados de todo el Estado, pero está poco valorada, consolidada y precarizada.
El otro día asistí a la interpretación de unos compañeros y una persona de las que allí se encontraba comentó algo que me pareció acertado, una reflexión que quiero compartir. La lengua de signos es otra lengua nuestra, entonces ¿por qué no aprenderla? Y esa pregunta es una que me hago muy a menudo como educadora, ¿por qué ponerle pegas al aprendizaje? Ya partiendo de la base de que ningún aprendizaje sobra, me pregunto ¿por qué no? Si además podemos facilitar la accesibilidad de muchas personas y está comprobado que facilita el aprendizaje de otras lenguas con mayor facilidad, no veo por qué no darle el valor que merece, y finalmente, no baste decir, que cuando la aprendes te das cuenta de lo maravillosa que es.
Yurena Domínguez Hernández. Pedagoga e Intérprete de Lengua de Signos.