
Algunos compañeros de este periódico han expuesto, muy acertadamente, los problemas derivados de una ley del suelo que Coalición Canaria está tramitando con los empresarios y caciques del Archipiélago. Eso sí, lo de exponerla en el Parlamento o en la Junta de Gobierno a sus socios, lo dejamos para última hora, cuando ya se haya comprado a todos los medios de manipulación. En lo que a mí respecta, me gustaría introducir otro debate en torno al modelo de crecimiento especulativo. El debate del país que queremos construir, el debate de la identidad ligada al paisaje.
Todos los que hemos leído a Manuel Alemán y a su magnífica obra «Psicología del Hombre Canario», sabemos lo que el agaetense quería decir con eso de que el canario está enormemente influenciado por el paisaje. Pensémoslo bien. Vivimos en unas islas, en el Océano Atlántico, cerquita de África. Esto, junto a una actividad volcánica lo suficientemente importante como para crear islas oceánicas, ha ido conformando un paisaje propio, único, que deja entrever nuestro clima, nuestra vulcanología y sus geoformas derivadas, nuestra vegetación, nuestro cielo y nuestro mar. Se ha creado con el paso de millones de años un paisaje macaronésico que solo es semejante a nuestras islas hermanas de Azores, Madeira, Salvajes y Cabo Verde. Canarias no se entiende sin el Teide, sin Famara, sin Tamadaba, sin Idafe, sin Betancuria, sin Garajonay, sin Sabinosa o sin Alegranza. No en vano, si repasamos las obras literarias o la pintura realizada por autores canarios, veremos que todos estuvieron influenciados en mayor o menor medida por el paisaje que les rodeaba. Sin la Laurisilva de los Tilos de Moya no se entiende el poema “Tarde en la Selva” de Tomás Morales, sin la geografía de Tenerife y de Fuerteventura no se entiende la “Endecha de las dos islas” de Pedro Lezcano. Cuando Felo Monzón pintaba con aires indigenistas no lo hacía porque sí, como tampoco lo hacía Santiago Santana. El paisaje y su geografía, es por tanto, un lugar en el que la inspiración evoca momentos, sensaciones, pensamientos e inquietudes. El Arte, como parte de la expresión de la cultura canaria, siempre ha estado vinculado a nuestro paisaje, al mar, a los barrancos, a las montañas, a los cultivos. Pero también, otras manifestaciones culturales de esta tierra hacen referencia inequívoca al paisaje insular, y es que el humano, también ha creado un paisaje único: las obras de César Manrique, la arquitectura rural y tradicional, los bancales y acequias, la música que deja constancia de la cultura popular, y si me apuran hasta la gastronomía, como nexo y expresión cultural de un pueblo ligado siempre a la mar. Todo ello son expresiones culturales derivadas del efecto que produce vivir en esta tierra.
La Guerra de Sucesión Castellana concluyó en 1479 con la firma del Tratado de Alcáçovas, que reconocía a Isabel y Fernando como reyes de Castilla y concedía a Portugal la autoridad en el Atlántico, con la excepción de las Islas Canarias. Por lo que, a partir de ese año, los ibéricos acordaron que Canarias fuera de Castilla. Tras la Conquista, se inicia un período en el que los monocultivos iban a marcar nuestra existencia hasta la actualidad. La caña de azúcar, la vid, el tabaco, la barrilla, la cochinilla, la papa, el tomate, el plátano y… el turismo unido a la especulación urbanística. Este último monocultivo es igualmente exportable. No se trata de sacar fuera de Canarias a los edificios y hoteles, sino más bien de extraer rentas derivadas de dicha actividad. Según el ISTAC y su Encuesta de Gasto Turístico, en el 2015 el gasto en origen, es decir, en los países de residencia de los turistas, fue de 10.962.879.591 millones. En cambio, el gasto en destino, es decir en suelo canario, fue de 4.406.443.549 millones. Esto deja bien a las claras quien está ganando verdaderamente con el negocio del turismo: hoteleros foráneos, touroperadores, y empresarios que apenas invierten en tejido productivo canario. Por estos datos, se puede explicar que en un lugar en el que viven 2 millones de personas aproximadamente, exista un paro superior al 25% a pesar de recibir a 13 millones de turistas anuales.
Sin embargo, más allá de temas económicos, ¿cuántos de nosotros nos hemos parado a pensar en lo que implica la destrucción de un paisaje desde el punto de vista cultural-identitario?. Si Tomás Morales resucitara, ¿con qué se podría inspirar para construir su Oda al Atlántico?, ¿con los paisajes de Puerto Rico, los Cristianos o Corralejo?, o ¿quizás con el de la Marina del Rubicón? El desastre que se avecina para nuestra identidad territorial es infame. Y visto lo visto, parece que nada o casi nada les va a detener. Aunque uno, siempre alberga la esperanza de esas pequeñas luchas que el pueblo lleva a cabo para defender su territorio en contra de la especulación.
Yo, como geógrafo en formación, veo preocupante el futuro. Una vez, hace algunos meses, en 2015, leí a algún empresario de cuyo nombre no quiero acordarme, citando a Cervantes, que decía que el objetivo para Canarias debía ser doblar el número de turistas. Es decir, pasar de unos 12-13 millones aproximadamente, a los 24 millones de visitantes. Y yo, me hago la siguiente reflexión: tenemos un territorio increíblemente diverso, con unos paisajes apreciados en todo el mundo. Tenemos una biodiversidad abrumadora, e incluso, tenemos un entorno humanizado, relacionado con las antiguas actividades, que podría ser totalmente aprovechable (bancales, acequias, cantoneras, casas tradicionales, casas cueva etc). En cambio, lo que hacemos es abandonar las actividades que mantienen estos paisajes, no reconvirtiendo esas infraestructuras en nuevos usos posibles. Miren las acequias (levadas) en Madeira, cuyo uso para senderos es algo totalmente aprovechable aquí. Sin embargo, estas otras islas macaronésicas, las nuestras, están dando muestra preocupante de la decadencia palpable a la que estamos llegando, con vertederos que no soportan más kilos de basura, con un uso privado e insostenible del agua subterránea, con una biodiversidad frágil que pierde terreno a pasos agigantados ante la especulación urbanística y la invasión de plantas exóticas, con una dependencia energética y alimentaria del exterior que alarmaría a cualquier país que tuviera un poco de decoro en cuidar de sus habitantes… Con esta situación, ¿cómo se les ocurre pensar en seguir aumentando el suelo a urbanizar? ¿cómo pueden querer traer a 24 millones de personas al año? Definitivamente, el dinero fácil los tiene cegados por completo.
Aparte de esto, yo que soy un romántico, también me planteo: ¿cómo vamos a construir una identidad territorial propia, que se exprese mediante la cultura que nuestros antepasados, tan ilustremente, nos expusieron? Quizás nuestros hijos e hijas, el día de mañana nunca sepan lo que es un cardón o una tabaiba en estado natural. Pero nosotros, solo nosotros, tendremos la culpa, al permitir que nos pisoteen una y otra vez con cuentos como esta Ley del Suelo. Debemos empezar a concienciarnos, a poner en valor el paisaje que nuestros abuelos y madres crearon durante siglos, a sangre y sudor. Tenemos que poner en valor al cardón, a la palmera, a la sabina, al laurel y al pino, pues las especies de estos árboles canarios, no existen en ningún otro lugar en forma natural. La identidad territorial, paisajística y cultural deben ser los motores de la construcción de un país sostenible, que mime su tierra y su legado para enseñarlo a los demás. Así que nos toca estar atentos, y exigir a los que quieren depredarnos que hay otra forma de construir un país. Confío en que así sea por el bien de esta tierra y de las generaciones futuras.
No quiero irme sin dejarles con dos canciones que hablan a las claras de lo que está pasando, y de lo que nos va a tocar vivir, si queremos salvaguardar nuestra identidad y nuestro territorio para que pueda aprovecharse de forma sostenible. Una es de protesta, la otra es toda una declaración de intenciones. Que cada uno saque sus conclusiones.
Litoral con Futuro-Achicatnas
Nuestra Casa-Los Coquillos