
«Rotundo fracaso». «Nadería». «Chorrada». Estos son sólo algunos de los calificativos que le han dedicado algunos columnistas y políticos a la consulta ciudadana del martes 17 de noviembre sobre el nombre de la calle Juan Rejón (y sobre el uso para el espacio que dejó libre la carabela antes situada junto al Castillo de la Luz).
Parece que estuvieran esperando para saltar como rehiletes y hacer de menos la consulta, fórmula de participación ciudadana que, queda claro, preocupa e incomoda a no pocos, no vaya a ser que la costumbre arraigue, coja fuerza y veamos en un futuro que son cada vez más los asuntos que se consultan directamente a la ciudadanía.
Sabrán que acudieron a votar 833 personas en total, dato al que se aferran los anticonsultas para menospreciar el acto. La «chorrada» sólo contó con la participación de menos del 0,002% del censo, según contó en Twitter Ángel Sabroso. ¿Es ese un dato verdaderamente descriptivo? ¿Resulta proporcionada la comparación implícita con unos comicios electorales?
Mi opinión es que los críticos se lanzan alegremente a descalificar, cada uno sabrá por qué motivos, obviando las circunstancias en las que se celebró la consulta. Para empezar, sólo transcurrieron pocas semanas entre el anuncio de la consulta y su celebración, tiempo a todas luces insuficiente para informar a la ciudadanía. Además, inicialmente se informó de que sólo podrían votar los residentes con código postal 35008, hasta que escasamente una semana antes de la consulta el criterio se había ampliado misteriosamente y sin aviso previo a todos los residentes de Las Palmas de Gran Canaria. Añadamos que la votación se celebró un martes, día laborable, en horario de tarde,y que se convocaba a todo el electorado del municipio a desplazarse a un solo colegio electoral. Sumemos a todo ello que la difusión fue muy escasa, por no decir casi inexistente, más allá de las redes sociales. No creo que puedan considerarse difusión los artículos aparecidos en prensa, además casi invariablemente contrarios a la consulta.
Con una organización tan manifiestamente mejorable, la tasa de participación ya no parece tan desastrosa como algunos dan a entender, ni invalida la consulta, por mucho que a algunos les gustara. Mucho menos en un país que no destaca por su movilización electoral por razones harto complejas que no vienen ahora al caso. Recordemos simplemente que en las últimas elecciones Las Palmas de Gran Canaria superó el 43% de abstención, mientras que en otros municipios canarios la abstención se acercó nada menos que al 60%. No recuerdo que nadie cuestionara los resultados por tan bajísima participación.
Algunos agoreros descontextualizan las cifras para socavar la relevancia de un acto sin precedentes en la ciudad. No nos dejemos despistar. Exijamos al Ayuntamiento que mejore la organización en futuras ocasiones y acompañémoslo para que tenga el valor de respetar el resultado de la consulta cuando haga su propuesta, y sea coherente con su mensaje de promover la participación popular en la toma de decisiones sobre cuestiones que afectan a la ciudadanía. Que esta sea la primera de una serie de futuras consultas sobre temas de cada vez mayor calado que consoliden una vía de implicación activa en los asuntos de la ciudad. Por democracia, activa y directa, y a pesar de los agoreros.