
Con la Policía Canaria sucede algo parecido a lo que sucede con la Televisión Canaria. Pasada una primera fase de crítica feroz, enmascarada de sensatez presupuestaria por quienes defienden en otros lados lo que niegan a Canarias, se entra ahora en una segunda fase. Por ponerle algún nombre, podríamos llamarla de consolidación. Es una consolidación que va pareja a la crítica constructiva, el control presupuestario, la extensión de sus funciones… en un marco general de aceptación y normalización de dos elementos de nuestro autogobierno cuya existencia ya casi nadie discute. Bien es cierto que la Televisión Canaria debe aún recuperarse de la gestión de Willy García y, sobre todo, encontrar su modelo propio, que la haga ser no sólo preferida sino también respetada. De entrada, creo que la gestión de Santiago Negrín al frente de la misma puede definitivamente suponer un corte con la etapa anterior. Sería muy positivo también el que en Canarias surgieran, como ocurre en otros países, asociaciones de telespectadores, que velen por la calidad del invento y sobre todo ejerzan de contrapoder crítico ante los intentos de manipulación política que pudieran existir. El caso de la Policía Canaria no es muy distinto. Desde su creación, todos los periodistas que jamás escribirían “maderos”, “guindillas” o “picoletos” en sus medios, se afanaron a burlarse de la “guanchancha”, en la cumbre del humor endófobo. Poco a poco, el trabajo de la Policía Canaria se va reconociendo y asume ahora nuevas funciones, como son las de lucha contra el fraude fiscal, en colaboración con la Agencia Tributaria Canaria, otra pata fundamental para nuestro autogobierno. Espero que pronto veamos a nuestra Policía asumir más competencias y que nuestra sociedad se embarque en el necesario debate acerca de la progresiva sustitución de la Policía Nacional por la Policía Canaria. Tal vez la Tele Canaria no lo diga pero ya somos grandes para cuidar de nosotros mismos.